Entrevistas con los conductores de pruebas en San Galo El MAN Lion's City E convence con una nueva experiencia de conducción sin dejar de lado las buenas costumbres.
A entre 392 y 3.234 metros sobre el nivel del mar, el paisaje del cantón de San Galo se extiende por unos 2.000 kilómetros cuadrados. En las zonas urbanas, la movilidad eléctrica en transporte público ya no es un sueño del futuro sino una realidad: «En San Galo ya estamos acostumbrados a los autobuses eléctricos», dice Ralf Eigenmann, director de Verkehrsbetriebe de San Galo (VBSG). La naturaleza y el medio ambiente ocupan un lugar destacado en la agenda: Las catenarias de los trolebuses de San Galo se abastecen íntegramente con electricidad verde generada mediante energía hidroeléctrica. El camino hacia la electromovilidad respetuosa con el medio ambiente es una contribución al concepto energético 2050 de la ciudad de San Galo. El progreso es imparable: de los casi 90 vehículos de la flota, más de 40 son eléctricos.
Los pasajeros también sienten las ventajas de la propulsión eléctrica; o mejor dicho: no notan nada. «Mi impresión desde el primer viaje con el nuevo Lion's City 12 E es que el vehículo es extremadamente silencioso», dice Jonny Dörig, director de tecnología en Regiobus AG. Dörig también atribuye el origen de la experiencia silenciosa a un detalle del autobús eléctrico al que normalmente no se le suele prestar mucha atención: la batería en el techo tiene un efecto estabilizador en el comportamiento contra las vibraciones. «Simplemente un viaje agradable»
Otros participantes del readshow también destacaron la potencia y la tranquilidad: «No hay ninguna fase de cambios de marcha, todo es una transición realmente limpia, una transición perfecta hasta llegar a la velocidad máxima que quieres alcanzar», señala el conductor de pruebas Arnold tras un primer recorrido por la zona urbana. Para su colega Beat, el uso de la cabina del autobús eléctrico es también una combinación de procedimientos ya conocidos con una nueva experiencia de conducción: «A lo que cuesta acostumbrarse es a los indicadores que tengo delante; ya no veo ningún cuentarrevoluciones». Y tampoco tiene el retardador que antes debía accionar. Con todo, Beath se siente más seguro que incómodo. «Ahora puedes centrar toda la atención en el tráfico».